sábado, 16 de marzo de 2013

Restaurando una facha-da de España.


¡Españoles! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y si fuera preciso entregar vuestra vida en defensa de España?”

Así comienza el juramento civil a la bandera española, una propuesta que no siendo novedosa, sí que parece que vaya a formar parte de toda fiesta patronal que se precie. Quijorna ya se ha sumado a ella. Tras esta clase de festejo, y ya nos estamos acostumbrando a ello, se encuentra el vehemente propósito de adoctrinar e inocular ideologías semejantes a la ya fracasada “una, grande y libre” como dormitivo para aliviar al país de la terrible epidemia de corrupción y mediocridad que la asola. Se trata por tanto de otro ejercicio de españolización que se suma a los ya existentes como la selección de fútbol, la marca España y una educación al estilo Wert. Al mismo tiempo es una herramienta efectiva para saber dónde se pueden encontrar, a priori, adeptos y críticos con el sistema, patriotas y enemigos de la nación. De nuevo, la bandera española, como venido ocurriendo a lo largo de su corta historia, poco más de doscientos años, se utiliza como elemento separatista. Este tipo de actos lo que viene a demostrar es precisamente lo contrario de lo que se quiere reafirmar, o si se prefiere, el reconocimiento no explícito de la desafección que sufre la bandera, la Corona y el Estado, sumando a ello la desconfianza existente en el sistema cuya podredumbre avanza desaforadamente entre los resortes de un Estado que se tambalea confundido entre tanta hediondez.

De nada o de muy poco han servido para acrecentar el sentimiento nacional los títulos conseguidos por la selección de fútbol compuesta por un nutrido grupo de mercenarios vestidos con la equipación “nacional” que exprimen al Estado como sanguijuelas con sus altas primas, o la marca “España”, invento para dotar de sustancia a este quimérico país. Hoy, languidecen los ecos de aquella soflama del “Yo soy español, español” dirigida y orquestada desde todos los medios de que dispone el Estado, y languidece precisamente por empresarios, los mismos que elaboran reformas laborales que les permitan llevarse sus empresas a otros países con un coste económico casi cero, y por políticos, los mismos que aprueban reformas laborales para desfalcar, al más puro estilo Chièvres, el contenido de las arcas del Estado.

Es una inanidad hacer un juramento en el siglo XXI a una bandera impuesta precisamente por una dinastía, los Borbones, que ha sido la más perniciosa para los intereses de los españoles, y que a día de hoy, sigue haciendo honor a su historia burlándose de los ciudadanos de este Estado. La conciencia nacional no puede basarse en futilidades, no puede ser una facha-da. La solución a este desasimiento por la bandera y lo que representa puede encontrarse en un nueva construcción estatal o federal basada en el desarrollo y fortalecimiento de los engranajes de las distintas nacionalidades que componen el Estado español, sin olvidar ninguna de ellas, sin distinciones ni privilegios entre ellas. Hablo por tanto de devolver el derecho a ser nación a los distintos territorios del Estado, a todos, y no solamente a aquellos que parece se han apropiado de este derecho en exclusividad. Naciones como León, Castilla, Navarra y Aragón son a día de hoy incomprensiblemente ignoradas. La jura de bandera, de esta bandera, es contribuir a restaurar una y otra vez una facha-da de España que nada está favoreciendo las relaciones entre los distintos territorios. Una facha-da utilizada para ocultar y hasta aniquilar una historia y que actualmente cae como una lápida para mancillar el presente y pervertir el futuro.

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