martes, 17 de noviembre de 2009

HUIR O SOBREVIVIR.

Busco en el ensordecido cielo, el diabólico objeto que acoge mis iras, malos deseos emborronan mi razón perdida en los océanos de inconsciencia en que navegan trajes, corbatas, maletines y cabellos engominados envueltos en auras de poder.
Mientras, el cielo escupe emponzoñado el insulto regalado que llueve a cada hora, ese manto perfumado, invisible o casi imperceptible que embriaga unos pulmones cada vez más heridos.
Ese mismo cielo que acoge, el humillado poder de la tierra, el arco iris monetario, el nimbo bancario que esbozan sonrisas complacidas y complacientes haciendo acopio desde el firme suelo. Una tangible realidad que engañada de nuevo, emerge exultante en el ocaso escondido de mendaces individuos que conducen con la prosodia del dinero a las gentes dependientes que anhelosas de independencia, deben extender condonantes su mano a quien les da de comer.
Humano el común, que generoso, se humilla y sacrifica su vivir -calidad de vida- para engrandecer el vivir de quien o quienes con el silencio como cómplice y amigo nos ofrecen, nos regalan, enemigos a los que no podemos comprar. Entretenidos pasamos las horas, incluso los días, desenmascarando en juegos adivinatorios al enmascarado protegido por sordos oídos y ciegas miradas, al obcecado y obstinado en la cerrazón, que espera quién sabe qué indulgencias.
Sacrificada la paz, muerto el silencio, herido el vivir, nos queda huir o sobrevivir.